viernes, 18 de enero de 2013

Presentación del caso Stanley



STANLEY: Margaret Mahler
                                                                               

 Victoria Costa Lafourcade
 Barcelona, Enero 2013

Margaret Mahler, de nacionalidad húngara, nace  en el año 1897 y muere en EEUU en 1985. De formación médico-pediatra. Sus escritos son grandes compendios donde la “observación” cuenta con un lugar central. Escapando de la 2da. Guerra mundial, en los años 40, Mahler deja Europa trasladándose a EEUU, donde comienza a trabajar en el Servicio Infantil del Instituto Psiquiátrico del Estado de Nueva York y de la Universidad de Columbia. Una década después, introduce la distinción entre el “autismo infantil precoz” y el “Síndrome de la psicosis simbiótica”. La autora define al autismo como una defensa frente a la necesidad vital de simbiosis con la madre o con un sustituto materno.
Mahler da fundamento a su teoría a partir de la observación y/o tratamiento de niños psicóticos, bajo el prisma de la Psicología del Yo y desde una teoría centrada en el déficit.
Su conclusión era que los niños autistas y psicóticos simbióticos debían, enfrentarse al problema al que todo niño se halla confrontado en su desarrollo evolutivo normal, pero que es superado por la gran mayoría. Todo lactante es autista -al comienzo está separado del mundo- y todo lactante es simbiótico -está subjetivamente fusionado con la madre-, pero la mayoría resuelve la tarea de producir y mantener contacto con el mundo mejor que aquellos niños que devienen psicóticos. Así nacía la idea de una fase autística y simbiótica normal. El problema fundamental que ella encierra puede formularse así: ¿Cómo y cuándo los niños normales logran el pasaje exitoso de una unidad ilusoria a la percepción (soportable) de la separación?[1]
La autora explica que en la evolución normal del niño aparece en las primeras semanas lo que ella llama un “autismo normal” que se caracteriza por un estado alucinatorio. Desde el 2do. Mes, se produce la fase simbiótica con la madre: donde la característica es que ambos constituyen una unidad dentro de un límite común. Esta fase indica la caída de la caparazón autista y es solidaria de un yo rudimentario. La fase siguiente, de separación-individuación, permite la maduración del yo. Desde esta perspectiva la psicosis presenta una individuación deficiente o ausente.
El tratamiento perseguía metas muy concretas:
1-restauración de la imagen corporal y de la identidad.
2-desarrollo de las relaciones de objeto.
3-restauración de las funciones carentes o distorsionadas madurativas del yo. Todo esto planteado desde una función educativa que apunta al desarrollo yoico[2]
El tratamiento consistía en una experiencia simbiótica correctora con un terapeuta y está planteado desde un modelo tripartito: madre/niño/terapeuta, con 2 fases muy diferenciadas.
 En la primera fase, se presentan 2 momentos, uno con el niño y otro con la madre. Con el primero, se busca un contacto que no sea vivido como una intrusión donde el terapeuta intenta volverse el “principio materno” para funcionar como amortiguador entre él y su ambiente. La meta de este primer momento es restablecer una relación simbiótica original, etapa donde falló o que fue altamente alterada en el niño psicótico. Y por otro lado, se intenta llevar a la madre al mismo tipo de relación que pudo establecer con el niño. Busca producir una identificación de la madre con el terapeuta. En una 2da. Fase, se intenta que el niño reviva y entienda las experiencias traumáticas que han impedido su evolución para lograr un desarrollo yoico.   
Presentación de Stanley.
Stanley contaba con 6 años cuando es traído por sus padres al tratamiento con la Dra. Paula Elkisch, co-terapeuta y colaborada en varios textos de Margaret Mahler. 
Los padres del niño, hasta este momento no habían apreciado nada anormal en él, sino que es un tío de éste, el que los advierte sobre su conducta extraña. Desde los 3 años permanecía estirado en el suelo, inerte, mirando fijamente en el espacio, sin jugar. Después de haber balbuceado unas cuantas palabras en la segunda mitad del segundo año Stanley dejó de hablar. La duración total del tratamiento con el niño fue de 3 años sin embargo,  ambas terapeutas siguieron de cerca su desarrollo hasta bastante entrada la adolescencia, describiendo que aún en ella algunos de los “mecanismos psicóticos” persistían y demostraba un desajuste social que no pasaba desapercibido.
Desbrozando un poco éstos hechos, sabemos que a los 6 meses Stanley sufrió de una hernia inguinal. El dolor aparecía repentinamente mientras el niño jugaba y entraba en grandes momentos de llanto intenso. Por indicación médica ante un riesgo de estrangulamiento de la hernia, ambos padres con mucho fanatismo intentaban prevenir y acallar  estos estados. Para evitar estos accesos de llanto violento, era la madre la asumía la función de pasear al niño cogido contra su pecho para distraerlo. La hipótesis de la autora es que en la cima de la fase simbiótica estos dolores desbarataron la formación de una imagen corporal normal, no teniendo la oportunidad de desviar la agresión, de expulsar el dolor y el malestar al exterior. Las sensaciones viscerales  traumáticas tempranas rompieron el continuum del proceso de libidinización. La des-libinización sirve de defensa al yo fragmentado del niño psicótico.
A los 3 años se produjeron cambios traumáticos en la vida de Stanley. La familia tuvo que trasladarse  de la casa familiar que compartían con los abuelos maternos debido a un brote psicótico agudo de su abuelo, y la bisabuela materna a la cual la abuela estaba mórbidamente ligada murió. Tanto la abuela materna como la madre de Stanley reaccionaron con depresión ante este hecho. Su madre, debido en gran parte a estas circunstancias ambientales se encontraba bastante desligada o al menos escindida de su rol como madre y como hija. En palabras de Mahler, Stanley parecía haberse quedado fijado, detenido, en la etapa simbiótica primaria de la relación madre-hijo de manera que no ha podido establecer su identidad individual separada del ser de la madre.
Sesiones de trabajo al modo de viñetas.

El hombre de la bicicleta

En la descripción que hace Mahler de Stanley, lo relaciona al niño con intereses muy concretos, sobre todo objetos mecánicas. La autora describe el estar del niño, desde un pasar de la inactividad absoluta y de un ser/estar caído a encenderse y vincularse a intereses muy concretos.
Uno de ellos era un cartel de anuncio de cerveza que había en la ciudad donde vivían, el cual su característica principal era que se trataba de un robot mecánico montado en una bicicleta que tenía movimiento constante las 24hs. del día. El niño pedía a sus padres constantemente que lo llevaran a ver al “hombre de la bicicleta” y aparecía en el niño el mismo movimiento autómata. Un día al llegar a sesión explica: “Hoy el hombre se detuvo, hoy paró…este es el día más feliz de mi vida!”. El parar o poner en marcha comenzó a ser un tema central en la vida de Stanley. Posteriormente se puso en serie en otro interés del niño el de dibujar ruedas que rodaban o que dejaban de rodar.
El interés de Stanley con “el hombre de la bicicleta” vino a entretejerse con otro objeto mecánico: un teléfono de pared. Solía entrar al despacho de la terapeuta con los oídos tapados por las dos manos, con un aspecto angustiado en el rostro y luego se lanzaba precipitadamente al rincón más alejado de la sala y hacía esta pregunta “ ¿qué hará hoy el teléfono de la pared cuando sea la hora?”. A lo que la terapeuta respondía: “sonará”. Y Stanley replicaba: “No, no sonará”. Y ante varias preguntas y comentarios de la terapeuta que apuntaban a organizar algo de la realidad de este objeto, a querer que el niño aprehendiera algo de la causa y efecto del uso del aparato, lo llevaba escaleras abajo, escaleras arriba, para que pudiera advertir la relación del timbre con el objeto sonoro. Pero, con sorpresa de la terapeuta, el niño seguía respondiendo: “No, no sonará.  Y hoy no sonó tan fuerte porque él sabía que nosotros esperábamos su zumbido”. Por más esfuerzo que ella pusiera en intentar domesticar estas ideas del niño, el permanecía impermeable a sus explicaciones.
En las sesiones el niño pasaba por éstos 2 momentos. Se encontrada en este estado de semi-estupor y cuando Stanley tocaba el brazo del “sustituto materno” (terapeuta) o la terapeuta le ofrecía la palabra que actuaba como un “engrama desencadenador” (la palabra “bebé”) emergía un estado de excitación, donde siendo leve al principio, el niño parecía encenderse a sí mismo, en un estado afectivo difuso e intenso, como si fuera una máquina. Mahler interpreta que estos estados de intensos paroxismos, donde el niño no cesaba de saltar, acalambrarse y/o torcerse, tenían la función de producir una sobrecatexis difusa de su yo, porque al incrementar las sensaciones corporales, parecían permitirle alcanzar cierto estado de autoidentidad.[3]
La autora presenta otros breves fragmentos de intereses de Stanley en relación a los que podíamos llamar “fenómenos de alternancia”: apagar y encender las luces, en especial la de la nevera, y enchufar y des-enchufar objetos sonoros.
¿Son intentos de descompletar al Otro, de marcar una diferencia, en donde no hay una simbolización de una falta y por lo tanto un exceso no negativizado?
Malhler traduce que las máquinas fascinaban y atemorizaban a Stanley. La fascinación y sorpresa que le provocaban era la misma que sentía frente a sus propios impulsos e intenciones.

El destino de las alubias

Otra viñeta interesante es el interés del niño por el destino/circuito de las alubias que comía. La autora describe este momento donde el niño está obsesionado con unas alubias muy largas que había comido en la escuela. Desde entonces hacía preguntas todos los días: A donde había ido a parar? Donde estaban ahora? Que aspectos tenían ahora? Que haría con ellas la cloaca?. V. Palomera, en su artículo (1997) “¿Desde dónde puede operar el psicoanalista en el tratamiento de la psicosis?”[4], precisa entre otras cosas en relación al caso Stanley, que en definitiva se trata de la relación del sujeto con el significante. Donde en el autismo a pesar de que se verifica un rechazo de la alienación significante, es decir que no consienten a ser representados por el significante, eso no impide, estar capturados en esa misma alienación, ubicándose, eso sí, como significados del Otro.
En ésta viñeta se puede ver bien como las alubias están incluidas, capturadas en la demanda del Otro, tanto en la entrada como en la salida, en tanto que se le dice que si las come va a tener una bonita caca. Y el niño se afana trabajosamente en saber que pasa entre esos dos momentos, con la opacidad de su propio cuerpo.
Para cerrar el texto, y comenzar el diálogo, una referencia bastante enigmática de E. Laurent en su texto: (1984) “Estructuras freudianas de la psicosis infantil”. Concepciones de la cura en psicoanálisis”. (Ed. Manantial), donde explica que la particularidad de Stanley es que siendo por entero máquina influenciada, él es objeto a, atraído y rechazado por el significante. Pulsación por un lado, y excitación y estupor por otro. Resaltando, (lo que a mi entender se le escapa a Mahler), que la verdadera simbiosis no es con la madre, desde un plano imaginario, sino que se produce con el significante en el registro simbólico.

Bibliografía:
  1. Mahler, M. (1953) Estudios 1. Psicosis infantiles y otros trabajos. Ed Paidós. Cap. XI y XII. Buenos Aires.
  2. Mahler, M. (1958) Simbiosis humana: las vicisitudes de la individuación. Ed. Joaquín Mortiz. México.
  3. Palomera, V. (1997) ¿Desde qué lugar puede operar el psicoanalista en el tratamiento de la psicosis?. A consultar en world wide web: www.revistaaen.es/index.php/aen/article/download/15556/15416
  4. Tendlarz, S. (1996) De que sufren los niños? Psicosis en la infancia. Paidós, Buenos Aires.
  5. AA. VV. (1969). Revista de Psicoanálisis. APA. Nro. 1, tomo XXVI. Buenos Aires.                                                    
                                                                  


[1]M. Mahler (1958) Simbiosis humana: las vicisitudes de la individuación. Ed. Joaquín Mortiz. México.

[2]Tendlarz, S. (1996) De que sufren los niños? Psicosis en la infancia. P. 94. Paidós, Buenos Aires.


[3]M. Mahler, (1953) Estudios 1. Psicosis infantiles y otros trabajos. Ed Paidós. Cap. XI.  P. 163. Buenos Aires.

[4] V. Palomera (1997) ¿Desde qué lugar puede operar el psicoanalista en el tratamiento de la psicosis? A consultar en world wide web: www.revistaaen.es/index.php/aen/article/download/15556/15416